OJALÁ
Llegas
tarde. Has salido del cine, has acabado de tomar algo y has decidido irte a casa.
No has podido coger el taxi, ni el Uber, has perdido el autobús. No te ha
quedado más remedio que irte andando a casa. Y cuando llegas al portal, te
entretienes a buscar las llaves. Pero no las encuentras. Buscas en tu mochila,
te agachas en el suelo, lo sacas todo y por fin, cuando ibas a tirar la toalla,
allí están. Respiras, aliviado.
Cuando
estás abriendo la puerta, notas una mano en tu hombro. Y un murmullo detrás.
Ahí empieza
todo.
Cuando te
giras y descubres a un grupo de chicos detrás de ti. Burlándose.
Tienes
miedo, pero intentas disimularlo. Porque no quieres parecer vulnerable.
-
¿Qué
haces? ¡Vete de aquí! -gritas evitando mirarle a los ojos directamente. En ese
momento te arrepientes de no haber cogido ese taxi, al menos hubieras tenido
compañía.
Agarras la
mochila con fuerza. No te gustaría que después de todo te robaran tus cosas.
-
Vamos,
no te hagas la estrecha -uno de ellos se acerca a ti, intenta acariciarte.
Das un
paso hacia atrás, chocándote con el portal. Aprietas los labios, tragas saliva.
Porque tienes miedo, te sientes acorralada y tu mente busca una solución.
Pero no la
encuentra.
Él se
acerca más a ti, quitándote el aire que respiras.
Todo está perdido.
Solo
piensas en que acabe rápido. Sea lo que sea.
[…]
Las
sirenas de un coche de policía suenan a lo lejos. Y ellos deciden irse.
Te quedas
un momento, quieta. Recuperando la respiración. Con las llaves en la mano,
agarrotada.
Ya está.
Al final
no ha pasado nada. Ha estado a punto. Y tú estabas sola. Te das la vuelta y
abres el portal, metiéndote dentro y asegurándote de cerrar la puerta
enseguida. Piensas que no volverás a regresar tan tarde a casa. Decides que
tomarás medidas.
Sin
embargo ¿por qué? ¿por qué tienes que tomar precauciones? ¿por qué existe en el
mundo personas que solo quieren verlo arder? Acaso ¿les da igual todo? ¿No tienen
conciencia? Y esos padres ¿cómo los han educado de esa manera?
No tienes
respuesta para esas preguntas. Pues educar a un hijo es muy difícil y no vienen
con instrucciones.
Ojalá.
Ya, en la
comodidad de tu cama, cubierta entre las sábanas, das gracias al cielo por protegerte
un día más. Le pides perdón, por las molestias ocasionadas, porque mañana
tienes que volver a salir y, aunque no quieras, probablemente llegues tarde.
Comentarios