COMPROMISO

Samuel había alzado la pistola, hacia el cielo, reteniendo las lágrimas. Se encontraba en medio del restaurante. Frente a la mujer que lo había robado el corazón y a la familia de ésta. Acababa de interrumpir su comida de compromiso.

- Te quiero, Mirian, eres lo mejor que me ha pasado y no puedo perderte -tras decir estas palabras, se apuntó en la sien con el arma.

Mirian, vestida con ese vestido rojo que él mismo la regaló tiempo atrás, se levantó de la silla, ahogando un grito. Su prometido, Toni, contemplaba la escena atento.

- No, Samuel, no lo hagas -le suplicó Mirian en apenas un susurro.

- Pues no te cases con él -Samuel señaló con la cabeza a Toni, enfadado.

Mirian se mordió el labio, incapaz de moverse ni de decir nada. Pensando en sus padres, que miraban al chico, extrañados porque no le conocían de nada. Toni tampoco podía apartar la mirada y le encantó escuchar aquellas propuesta. Sin embargo, él ya sabía la respuesta de ella. Pues aquel compromiso era en favor al padre de Mirian. Estaba enfermo y su última voluntad era verla formar su propia familia, para descansar en paz.

- Tú lo vas a hacer y yo... -Samuel volvió a hablar para detenerse durante unos segundos, para después continuar, suspirando- Ya no puedo seguir así-

Samuel cargó el arma y presionó más el cañón sobre su sien. Acariciaba el gatillo, temblando. Porque, en el fondo, tenía miedo. Pero más pánico sentía al pensar en tener una vida sin amor. Sin su amor. Cerró los ojos un instante. Por un lado, no quería, pero no tenía otra opción.

Hasta que sintió que lo agarraban por el brazo, que empuñaba la pistola, y Samuel abrió los ojos. Miró de frente y vio a Mirian, quieta en el mismo sitio, junto a su prometido. Se dio media vuelta y vio a su amiga, María, con el gesto preocupado. Y Samuel se derrumbó en lágrimas, porque con ella no podía disimular.

Él no lo sabía, pero la joven recién llegada se las había ingeniado para que el resto de los presentes no pudiera verla.

- Samuel, no destruyas tu vida -murmuró María.

Mirian intentaba ver por qué Samuel se había girado. Estaba segura que se estaba dirigiendo a otra persona, porque había visto una mano, más no podía ver de quién se trataba. Aquella persona estaba oculta por una columna del restaurante.

Toni sentía la misma inquietud que su prometida, además de tener un mal presentimiento que le oprimía el corazón. De modo que, se movió un poco. Él si necesitaba confirmar lo que sus presagios temían.

Fue cuando la reconoció. Apenas había visto a la chica de perfil y sabía que era María. Apretó los puños con rabia contenida. Pero se contuvo. No podía hacer ninguna estupidez. Samuel no iba a apretar el gatillo, lo conocía demasiado.

Samuel abrazó a María, rozando con la pistola la espalda de la chica. Llorando sin consuelo. Sintió una punzada de dolor al rozar el cuerpo de su amiga. Ambos llevaban meses sufriendo el mismo dolor y se apoyaban mutuamente. Había sido su paño de lágrimas. Aunque María prefería vivir el dolor.

Pero él no.

Samuel empujó a María y quiso apuntar con su pistola al culpable de todo esto: a Toni. Más no contaba que su amiga no iba a permitir que cometiera ninguna locura y le clavó las uñas en el brazo que llevaba el arma. Él ahogó un grito y quiso alejarla. Forcejearon. Toni y Mirian veían el arma todo el rato, pues Samuel tenía la pistola alzada todo el tiempo. Hasta que María tiró de su brazo hacia abajo y, con él, la pistola.

Los malos augurios que Toni sentía, se hicieron realidad. Un disparo sonó en mitad del local y los comensales murmuraban, asustados.

Samuel tenía los ojos abiertos. Estaba muy asustado. El arma se había disparado, pero no lograba recordar quién de los dos había apretado el gatillo. Antes que nada, se había revisado a sí mismo. Tenía salpicaduras de sangre, pero no era suya.

Y miró a María. Ella le devolvía la mirada, seria. Tenía sus manos apoyadas sobre su vientre.

- Vete, por favor -susurró María, muy cerca de él, aguantando las lágrimas.

Samuel acababa de darse cuenta que la sangre de su camisa era de ella. Y no supo reaccionar.

- Vete, ya, te lo pido por favor -volvió a insistir ella.

Samuel se marchó. Con la conciencia intranquila. Con los nervios a flor de piel. Y la indecisión de su futuro en su mirada.

Mientras María, se había girado de cara a la puerta del local. Para que no la vieran. Tenía la intención de irse y pedir ayuda fuera de aquel lugar. Pero sus piernas no respondían. No podía presionar más sobre la herida que tenía en un lado del vientre. Las fuerzas le fallaban. Y la vista se le nublaba. Intentó arrastrar los pies, entonces se desplomó sobre unos fuertes brazos.

Se trataba de Toni, que no había podido aguantar más y había ido a su encuentro. Ahora el de las lágrimas en los ojos era él. Y Mirian, y los demás, pasaron a un tercer plano.

Toni la acunó en sus brazos, meciéndola. Sin poder parar de llorar. Intentaba presionar la herida, pero con los nervios, no acertaba.

- Tú no ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué?

- Es mi amigo y está sufriendo -murmuró María con la voz entrecortada.

- No es justo -sollozó Toni- Aguanta, por favor, no te fuerces-

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