Siempre a tu Lado

"Porque prefiero irme yo antes que ellos. 
Para no sufrir el dolor de su ausencia. 
Vivir sin ellos me parece inviable". 



El teléfono sonó a la una de la madrugada. La  mujer de 36 años contestó la llamada, sabiendo lo que se le venía encima. Sin siquiera saludar, la otra persona le contó lo que había pasado.

- ¿Ya? -dijo la mujer, estaba en el salón de la casa familiar, y miraba a su hermana pequeña.

Su padre acababa de morir. Casi una semana después de ingresar en el hospital. El cáncer daba las últimas puntadas en la batalla. Le habían sedado porque el intestino había sufrido un infarto, tenía las horas contadas.

En la puerta del salón acababa de aparecer, Irene, la hija adolescente de la mujer que acababa de recibir la noticia, había comprendido que su abuelo había muerto y regresó a la cocina, llorando.

Su tía, Noelia -que tenía 28 años- fue a consolarla. Su padre acababa de morir y ella no podía llorar. Se decía a sí misma que todo aquello era un sueño. Nada había cambiado. Todo volvería a ser como antes.  Abrazó a su sobrina y le dio un beso en su pelo negro, tranquilizándola.

- Ahora voy -dijo de nuevo la mujer y cortó la llamada. Después buscó a su hermana menor, en la cocina- Noelia, hay que ir al hospital -No hacia falta decir nada más. La pequeña ya se lo había imaginado todo al escucharla, también.

- Ve tú, Cata, eres la mayor y sabrás lo que hay que hacer -Noelia quería retrasar la realidad todo lo que pudiera- Yo me quedo con los niños-

Cata estaba vestida, así que no tardó en salir de casa y acudir al hospital. Mientras Noelia entretenía a su sobrina, que estaba pintando. Se habían quedado en la cocina y la chica no sabía cómo tenía que reaccionar. Así que se puso a preparar tila, para su madre.

Recordó a su madre y en cómo debía estar. Con lo que era, estaría loca de dolor. Una infusión le sentaría bien, si quisiera tomársela. 

Su móvil vibraba por las notificaciones del Facebook. Había escrito un estado en su perfil: "Se acabó". Y debajo, comentarios de sus amigos, dándole el pésame. Más Noelia no lo entendía ¿Por qué? Su padre todavía no se había ido. Estaba en el hospital e iba a volver a casa. 

Su madre, sus hermanas y sus cuñados, regresaron a casa sobre las tres de la mañana. Le dijeron que se habían llevado a su padre al tanatorio y se le podría velar a partir de las 05:00 a.m.
Así que esperarían a que llegara la hora de ir a despedirlo. Por última vez.

Noelia vio a su madre, triste, enajenada, llorando en silencio. Pero no fue capaz de sentir dolor. Porque para ella su padre seguía en el hospital, dormido, y al día siguiente irían a verle. Y estaría vivo.

Las horas pasaron rápido y su cuñado, su hermana, Noelia y su madre, se fueron al tanatorio. Esta vez Cata se quedó en casa, con sus hijos, iría por la mañana cuando los dejara con los otros abuelos. 

Noelia había preparado una mochila con un termo caliente de tila, algunos bollos que había encontrado, kleenex,... Todo lo que se le ocurrió que podrían necesitar. Había asistido a velatorios, pero siempre había estado un par de horas y se había ido. Sin sentir nada más. Así que no sabía muy bien qué podrían necesitar en las siguientes horas.

El tanatorio se encontraba en la otra punta de la ciudad, aun así no tardaron mucho en llegar. Eran las cinco de la madrugada y la sala estaba abierta al público. Puntualidad ante todo. La familia entró, despacio, en la sala. Noelia acompañó a su madre, mirando a su alrededor. El lugar era sencillo y elegante. Tenía tres sofás dispuestos alrededor de una ventana circular. También había una mesa con unas tarjetas en forma de libro:  con el nombre de su padre. 

Los cuatro caminaron para contemplar lo que la ventana mostraba. Y ahí ocurrió.

Un pinchazo en el pecho. Una presión que no le dejaba respirar. Las tripas se le revolvieron y los ojos se le llenaron de lágrimas. Ahogó un gritó y se agarró al cristal.
- ¡Papá! ¡papá, papá! -Notó que su madre la abrazaba por detrás y la giraba para apoyar la cabeza de Noelia en su pecho.
- Hija, llora y desahógate, vamos, saca lo que llevas dentro.

El tiempo se detuvo para Noelia. El mundo desapareció ante ella. Solo estaban su madre, su padre y ella. Ni siquiera era consciente que su hermana estaba a su lado, llorando con ella. Su padre se había ido y ahora tenía que empezar sin él. Nunca había imaginado que ese momento llegaría. Por mucho que había intentado asimilarlo, no había podido. 

Y ahora era real.

Ya no estaba.

Se había ido...




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