INFIERNO

INFIERNO

-La distancia entre dos personas que se aman-



Resultado de imagen de infierno amorEl día de la boda había llegado. La novia se daba los últimos retoques antes de salir. Era un mar de nervios. Llevaba tanto tiempo esperando que llegara ese momento, que no podía creerse que estuviera sucediendo. Retocando el rímel, pensó en sus invitados, llegando a la iglesia, esperando su llegada. Pellizcándose los pómulos, imaginó al novio, esperándola en el altar o, quizás tan nervioso que estaría fuera. Decidió echarse más brillo de labios, resaltando más su sonrisa nerviosa.
Alberto esperaba. Sí. Pero no en el lugar donde ella imaginaba. Se encontraba en el despacho del sacerdote, de espaldas a éste, con los puños sobre la mesa. No estaba nervioso, sino lleno de dudas. Había llegado donde tenía que llegar, pero no se sentía satisfecho. No se sentía bien y sólo tenía ganas de terminar con todo aquello. Porque no amaba a la que estaba a punto de convertirse en su mujer. Sino que su corazón seguiría perteneciendo a otra.
Los recuerdos no cesaban de asaltar su memoria…

“- ¡DÉJAME EN PAZ DE UNA VEZ! –Gritó ella, encarándose con él, apretando los puños. Con los ojos empañados en lágrimas, el rostro rojo de ira y rabia contenida- ¡LÁRGATE DE MI VIDA DE UNA VEZ! ¡NO QUIERO VOLVER A VERTE MÁS!-

Alberto la observaba, impotente. Con una mirada triste.Sin poderse creer lo que escuchaba. No podía ser cierto. Porque su corazón le decía lo contrario. Los días que habían pasado juntos, eran tantos, que se empeñaba en no creer aquellas palabras. Fruto de esta rebeldía de sus pensamientos, él la agarró de las muñecas y pegó más su cuerpo al de ella.
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         -¿Es cierto, entonces? ¿Todo era mentira? Porque yo no me lo creo –Alberto la zarandeó, intentando ocultar su rabia, pero no lo conseguía.

María se quedó en silencio unos minutos, calibrando sus respuestas, para no fallar sobre lo aprendido.
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          -¿Cómo voy a quererte? ¡Mírate! –rio ella, forzando la sonrisa- Eres sólo uno más en mi lista, créeme ¡Qué pereza estar contigo!-

El corazón de Alberto no pudo resistir aquellas palabras. La soltó, sin decirle nada, sin reprochar su falso amor, se dio media vuelta y se fue. Repitiéndose a sí mismo que no mirara hacia atrás. Tenía que irse. Porque quería borrar aquella cara bonita que un día lo había enamorado…”

Alberto no podía soportar el dolor del recuerdo y las lágrimas se precipitaron en sus ojos.
-       Hijo, ¿está seguro de seguir adelante?-
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          - No deberías –surgió una voz de hombre desde la puerta del despacho. Se trataba del hermano del novio, que acababa de entrar, le miraba con el gesto serio y, tras unos segundos de silencio, continuó- ¿Por qué eres tan cabezota? No sigas, basta ya, deja de hacerte más daño-

Alberto se quedó en silencio. Su hermano tenía razón. Pero ya era demasiado tarde. Se limpió las lágrimas y se giró, para mirarle a la cara.
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         -No, sólo me emociona la boda, ha sido muy duro llegar hasta aquí y por fin...
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     -Ya, perdona que lo dude –el chico avanzó unos pasos - Sé cuánto la amabas y me sorprende que la hayas olvidado tan rápido-

Alberto no dijo nada más, se dirigió hacia la puerta, donde le esperaban sus invitados, ya sentados e impacientes. El sacerdote le siguió, caminando despacio, para colocarse en su puesto. La madrina esperaba al novio, para agarrarse de su brazo y acompañarle hasta el altar. La novia había llegado, la ceremonia iba a comenzar...

Continuará...

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Besitos de parte de αἠỽἕἱἀ


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