Y de Repente Tú


¡Consíguela!

Prólogo
  
Melinda leyó de nuevo el email que acababa de recibir.  Era de su mejor 
amiga, Alba, sin embargo, no lo había escrito ella. No. Había sido la pareja de ésta. Melinda no podía creer lo que él la había propuesto.    Se  encontraba concentrada, mirando la pantalla del ordenador, cuando sonó el timbre en el interior del piso. Se levantó de la silla, con la mirada baja y se dirigió a la puerta principal. Una vez puso su mano en el picaporte, lo giró y atrajo la puerta hacia sí misma. Fue cuando descubrió
quien la visitaba: era él, su poeta del correo.
    ―Hola, Mel, por fin nos encontramos —susurró él con una media sonrisa pícara, sus ojos azules relucían con intensidad.

―Ho…   Hola       —titubeó   la   joven agarrando con fuerza el pomo, sin poder moverse, parecía como si el suelo fuera a hundirse bajo sus pies.
― ¿No me dejarás pasar? —inquirió él con desdén.
Melinda se apartó, dejándole pasar.  Él se movía con chulería hacia el salón de la casa. Ella no podía apartar la mirada de su trasero, de su excelente forma física, no podía evitar ponerse nerviosa ante él y sentir un cosquilleo en el estómago. Sabía muy bien, en el fondo, que   no   debía   mostrarse   tan   débil 

delante   suya y  menos   estando comprometida con otra persona.

Alessandro conocía perfectamente a la joven.  Por eso continuaba con aquel juego de intimidación. Se aproximó con elegancia hacia ella, mientras con una de sus manos acariciaba la tersa mejilla de ella.

―Eres bella —susurró él en un tono sensual.
―Ales, no…  —intentó interrumpirle Melinda, sin éxito.
Él le puso el dedo índice en los labios de la chica.

—Eres preciosa, pero tu hermosura…

―Por favor —suplicó Melinda compungida.

―Tus ojos —terminó él para, después, recorrer a besos su cuerpo, naciendo en los párpados, siguiendo por la mejilla y finalizando en sus labios.
Fue un beso dulce, lento y armonioso. Los brazos de él rodearon la cintura de ella, acariciando su espalda de arriba hacia abajo.  Melinda se dejó hacer, respondió a su   beso   con   pasión. Guiándose a ciegas, caminaron hacia la habitación, ella caminaba de espaldas y él la guiaba; todo ello sin dejar de calmar el fuego que sentían y que sólo sus labios calmaba.

Y pasó lo que debía de pasar.
Hicieron el amor, con furia y pasión, sin pensar en nada ni nadie. Él engañaba a su novia, Alba. Y ella, a su prometido, Javier.
Sus parejas vivían en la más completa ignorancia, sin embargo, después de aquella noche, todo estaba a punto de cambiar…


Besitos de parte de αἠỽἕἱἀ

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