NEVER - Capítulo 4º: Sueños

Sueños.

-¡No! ¡Edward! ¡Por favor, no me dejes! -Sollozaba la joven castaña con los ojos rebosantes de lágrimas.

Él caminaba hacia delante, sin volver la vista atrás.

-Lo siento -Susurraba el chico para sus adentros.

Bella cayó al suelo de rodillas, sin dejar de llorar. Emitió un grito de dolor, mientras se sujetaba el pecho. Sintió un gran agujero en él. Edward no podía dejarla así, ella lo amaba con locura.

-¡Edward! -Sin embargo el joven vampiro había desaparecido…

Bella se incorporó en la cama sobresaltada. Estaba sudando y respiraba con cierta dificultad. Rápidamente se levantó y se dirigió al baño. Ya que le entraron unas ganas terribles de vomitar.

Una vez encima del wáter simuló una arcada y vomitó enseguida. No pudo parar, del esfuerzo se le saltaban las lágrimas. Cuando, al fin, lo echó todo, apoyó la cabeza contra el frío suelo de baldosas blancas. Se encontraba fatal, había tenido una pesadilla horrible.

Pensó en llamar a Edward que, aquella noche no había ido. Supuso que algo terrible pasaba. Tenía el corazón oprimido, le costaba respirar, un pensamiento turbio nubló su mente ¿Y si aquel horrible sueño era un presagio?

La muchacha se levantó del suelo y tanteó hasta llegar a su habitación de nuevo. Todo estaba a oscuras, Charlie ni se había enterado de su carrera al cuarto de baño, pues su padre cuando dormía lo hacía como un lirón. Al llegar a la habitación, buscó su móvil en la mesilla de noche. Estaba encendido y marcó el número de Edward.

Un tono.

Dos tonos.

Tres tonos.

Cuatro tonos.

Cinco tonos…

Buzón de voz.

Cortó la llamada y volvió a insistir.

¡Vamos, Edward! Pensaba Bella con el auricular pegado a la oreja.

¡No me hagas esto, por favor, contesta!

Sin embargo, Edward no contestaba…

E&G** E&G**E&G

Edward yacía en el diván de su habitación. A su lado, Carlisle estaba sentado mirando varios papeles que contenían los resultados de los análisis que le había practicado. Había poco que hacer, únicamente esperar a que despertara, ya que los análisis no daban nada… Porque los resultados decían que el chico estaba muerto. Pero su padre no se daba por vencido, ya que sabía a ciencia cierta que el joven no podía morir.
Esme llegó a la habitación con las manos entrelazadas. Los ojos le escocían, como si quisieran desahogarse, pero la mujer no podía llorar.

-¿Alguna novedad, cariño?

Carlisle no contestó. Se limitó a repasar sus apuntes. Su mujer le puso su delgada mano en el hombro, sobresaltándole. Él la miró, serio. No había nada que hacer, no se podía hacer nada. Y con una simple mirada a los dorados ojos de la mujer se lo expresó. Ella lo entendió enseguida y le sumergió en un gélido, pero profundo, abrazo.

-Saldrá de ésta -Confió la mujer mirando un punto hacia el infinito, totalmente hierática.

Carlisle emuló lo que podría haber sido un suspiro.

-Es su humanidad

Esme se distanció de su marido unos centímetros, mirándole con un interrogante en el rostro.

E&G** E&G**E&G

La habitación se sumía en la más profunda oscuridad. El joven no podía distinguir nada. Escuchaba unas voces lejanas, que lo llamaban..

"¡Edward!"

"¡Edward!"

Edward quería llegar hacia el lugar de donde provenían las voces. Pero no lo conseguía, pues sus piernas permanecían inmóviles. No podía avanzar, a pesar que su cerebro repetía las ordenes para que sus piernas actuaran, pero éstas no respondían lo más mínimo.

Las voces se oían más lejanas cada vez. El joven vampiro continuó de pie, mirando a su alrededor, buscando un atisbo de esperanza, buscando un chorro de luz.

De pronto, las voces de su familia se apagaron instantáneamente, para escuchar un débil susurro.

En aquel instante si que pudo mover las piernas. Avanzó un paso, seguido de otro y continuó caminando a oscuras. Dejándose guiar por aquel extraño sonido…

E&G** E&G**E&G

Bella no esperó ni un segundo más, a pesar de ser las 04:30 A.m. se vistió deprisa, bajó las escaleras con sigilo, para no despertar al lirón que tenía por padre. Cuando llegó al salón cogió papel y lápiz y le escribió una nota a su padre:

Papá he tenido que salir. Alice me ha llamado. No te preocupes, volveré lo antes posible.

Te quiere, Bella.

La joven salió de la casa. Vio su Chevy aparcado frente a ella. Suspiró y se subió en él. Una vez que arrancó, el monovolumen mostró aquel ensordecedor ruido del motor, Bella puso rumbo a cierta mansión escondida en los lindes del bosque de Forks.

La carretera del pueblo estaba desierta, la muchacha pisó el acelerador a fondo, hasta subir la velocidad un poco más para llegar lo antes posible.

Pronto divisó el desvío que llevaba a la casa de los Cullen. Giró el volante y se introdujo en él.

La mansión estaba a unos minutos desde aquel desvío. Bella sonrió al descubrir a lo lejos la casa. Continuó su camino y dejó la camioneta frente a la puerta de la mansión. Se bajó del vehículo sin dejar de contemplar la casa. La notó en silencio. Se dirigió hacia la entra, la puerta principal estaba abierta, la empujó y la joven se adentró en el interior.

En el salón de la mansión no había nadie, todo estaba en silencio. Caminó hacia la cocina, en busca de Esme o de algún familiar. Pero no encontró a nadie. Subió las escaleras, que conducían a la segunda planta de la mansión. El pasillo que se mostraba ante ella estaba a oscuras, excepto una débil luz que se distinguía al fondo.

Bella anduvo con cautela, en dirección a la luz. Se escuchaba el murmullo de voces apagadas. Enseguida la muchacha supo que allí habría alguien. Cruzó el largo pasillo, pasando de largo ante las habitaciones que tenían las puertas abiertas. Sin embargo, ella ni siquiera miró hacia el interior de éstas, sino que siguió su camino hacia aquella luz.

Llegó hasta el umbral de la puerta. La luz la cegó por completo, poco a poco fue acostumbrándose a la luminosidad de la habitación. Una vez acostumbró a sus ojos a la luz, distinguió las personas que se encontraban en el dormitorio.

Percibió la distinguida silueta de Esme. Arrodillada, junto a un diván del color de la nieve, se encontraba Carlisle con gesto preocupado.

Bella entró en la habitación, despacio. Vislumbraba una figura, pero no lograba distinguir quién estaba tumbado en el diván. Se movió un poco más hacia la derecha, intentando descubrir el rostro de la persona.

Quizás fuera Alice, que se hubiera desmayado de una visión o a lo mejor era Rosalie. Aunque el corazón le palpitaba nerviosamente, indicándole que no era ninguna de ellas, sino algo peor…

Sin embargo, no se esperaba ver lo que vio. Su semblante se quedó más pálido de lo habitual. Se restregó los ojos por si éstos la estuvieran engañando. Porque aquello no podía ser. Negaba con la cabeza una y otra vez.

La persona que se encontraba sobre el diván no era otra que Edward. Bella empezó a hiperventilar. Su pecho se inflaba y desinflaba con rapidez. Sus pies se habían detenido, inmóviles.

Esme percibió la presencia de la chica y se dirigió hacia la joven.

-Bella, cálmate, no pasa nada -Aseguró la mujer acariciando la espalda de la muchacha.

Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas.

-Pero… Los vampiros no duermen ¿no? -Titubeó Bella, temblando.

Carlisle, durante unos minutos, dejó de revisar a su hijo para dirigirse a la nerviosa muchacha. Sus ojos dorados denotaban tranquilidad, una calma que quería transmitir a la joven de 18 años.

El hombre asintió. Y Bella se arrodilló, tomando la gélida mano del chico, junto al diván.

-Bella, no te puedo engañar, Edward no está bien.

La aludida lo miró aturdida, le escocían los ojos debido a las lágrimas.

-¿Qué…?

-Es algo nuevo a lo que nos enfrentamos y, verdaderamente, no entiendo por qué, pero me imagino que habrás notado que últimamente está muy raro ¿no?

Bella asintió, despacio.

-¿Qué es lo que le pasa?

-Como ya te he dicho, se trata de algo nuevo,…

-¿El que?

Bella empezó a recordar, días atrás, el comportamiento del joven. Se había vuelto retraído, prefería andar en solitario la mayoría de las veces la dejaba sola. Hacía un par de noches que no las pasaba a su lado. Últimamente su novio estaba más distante, no parecía el mismo que había sido desde que lo conoció.
Escuchó atentamente a Carlisle, atando cabos o, al menos, intentándolo.

-Todavía no lo sé, es algo nuevo, necesito examinar los análisis,… Es cómo…

-Pero ¿está muerto? -La joven castaña meneó la cabeza, rechazando dicha opción.

Carlisle negó con la cabeza. Esme cogió a su marido de la mano, acariciándole suavemente.

-No es eso, nuestra vida es eterna, quiero creer que está dormido, es lo más lógico, si no me equivoco está en una etapa de coma temporal. Sumido en un profundo sueño, quizás no despertará hasta que no encuentre el significado a… Al sueño

Bella permaneció arrodillada junto a Edward, apretando la mano del chico con fuerza. Haciéndole notar que ella estaba allí.

E&G** E&G**E&G

El joven había caminado bastante, siguiendo aquella dulce melodía, alejándose de las voces de su familia.

¿Qué estaba haciendo allí? ¿Qué le pasaba? ¿Por qué? Millones de preguntas sin respuesta se agolpaban en su cabeza. Quería saber qué hacía allí, de quién era aquella voz…

Sentía tentación por conocer a la dueña de aquella melodiosa voz que lo encandilaba dulcemente. También comenzó a sentir que algo extraño, pero a la vez maravilloso comenzaba a suceder en su cuerpo… En su cuerpo inmortal.

Notaba un extraño palpitar en la sangre. Notaba como su corazón se henchía en su pecho. Cierto aire caliente inundaba sus pulmones. Según andaba se iba encontrando más… Vivo.

Al fin salió a la luz, una luz que lo cegó al principio. Se puso la mano de visera mientras parpadeaban sus ojos para habituarse a la luz. Cuando pudo ver con claridad, distinguió que se encontraba en una atestada calle de Chicago. Permaneció parado mirando hacia un lado y otro de la calle. La gente iba vestida de otra forma, no a la habitual del siglo XXI. Más bien aquella ropa…

Edward se alejó del callejón por donde había salido y comenzó a caminar nuevamente. Aquello le parecía sumamente extraño. No entendía qué demonios hacía él en aquel lugar, era como si…

De pronto, reconoció algo a lo lejos. Su antigua casa. La casa donde había vivido con… Sus padres. 
Caminó aún más deprisa, su intención era la de entrar en la casa. No parecía que hubieran pasado los años por ella, como él. Pero él se detuvo en seco, al ver como alguien salía de la casa. Un tipo con traje negro y un maletín, parecía bastante importante. El hombre se acercó un coche, un Ford model T de 1916. No le dio importancia hasta que la mujer que salió por la puerta de la casa llamó al hombre por su nombre.

"¡Edward!"

El hombre se dio la vuelta. La mujer le llevaba las llaves del coche. Edward agudizó aún más el oído para escuchar lo que la pareja decía.

"Un día te dejarás la cabeza" Rió la mujer. El hombre la besó en los labios.

"Elizabeth, menos mal que te tengo a ti porque tú evitarás que me la olvide" El hombre abrazó a su mujer con fuerza por la cintura.

Edward se llevó la mano al pecho. Su corazón latía con fuerza, no podía creer lo que le estaba sucediendo…

"¿Ha vuelto Ed ya?" Preguntó el hombre a Elizabeth todavía con las manos en la cintura.

"No, no creo que tarde en llegar"

Aquellos eran Edward y Elizabeth Masen, sus padres. Estaba en el año 1916, porque ambos estaban sanos. Y Edward se sentía tan vivo. No sabía cómo había ido a parar allí, ni por qué. Él estaba en el salón, escuchando a Jacob. Fue cuando sintió que lo arrastraban, que lo empujaban a un vacío. Un vacío que lo condujo a su casa, a su familia y quién sabe si a…

E&G** E&G**E&G

Sam tuvo la oportunidad de escapar, pero no lo hizo. Se quedó junto a aquella joven. La cogió en brazos y la sacó fuera de la habitación, donde podía verla y asistirla. La llevó hasta una salita donde había un sofá grande y ahí depositó a la joven.

Fue entonces cuando descubrió el rostro de la joven. Cuando la capucha de la capa se resbaló hacia atrás. Sam se quedó helado, pues la joven era bastante hermosa. El joven se incorporó y observó a su alrededor, vio la puerta principal, ya que la casa resultó ser algo más pequeña de lo que ella creía.

Podía salir de allí, dejarla, pero no podía hacerlo. Aquella muchacha parecía débil, sumida en la inconsciencia, con la frente ardiendo. Sam buscó algún paño para mojarlo y ponerlo sobre la frente de ella. Sentía la necesidad de cuidar de aquella muchacha. No entendía ciertas cosas, hechos, el por qué lo embriagaba de esa manera, por qué lo mantenía encerrado… Además de la belleza de la joven, sentía la necesidad de protegerla.

El cuerpo de la chica volvía a temblar a intervalos de cinco minutos. La fiebre subía y se extendía a otras partes del cuerpo. Sam encontró en la cocina un trapo y lo empapó en agua templada, lo plantó en la frente de ella y le desabrochó la capa.

El pelo de la chica era dorado como el oro y largo, se desparramaba por el sofá en forma de círculo. La joven llevaba un vestido escotado, con una falda que llegaba al suelo, las mangas llegaban hasta el codo, y un lazo de color rosa rodeaba la fina cintura de la joven.

Sam esperó, sentado a los pies de la joven, mientras los párpados se le cerraban por el sueño.

E&G** E&G**E&G


La joven rubia despertó echada sobre el frío suelo de una habitación. Se levantó con lentitud. Tanteó hasta encontrar una salida, una puerta en un extremo de la habitación. Acarició el pomo y lo giró, abriendo la puerta y saliendo al exterior.

Su sorpresa fue máxima al encontrarse en su antigua casa. Enseguida supo donde estaba, como también suponía que aquello debía ser un sueño. Porque aquella casa, en la actualidad, no existía. 

Era una casa grande con jardín.

La joven miró su habitación, ordenada, como ella la tenía. Descubrió una rosa roja encima de su mesa, junto a un viejo libro que había heredado de su abuelo.

Gabrielle sonrió al reconocer aquella rosa. Sonrió porque sabía a quién pertenecía. Le acarició los pétalos. Escuchó el sonido de un coche detenerse frente a la casa. Se asomó a la ventana y se apoyó sobre el alfeizar, vio a sus padres descender del automóvil. Su sonrisa se hizo más amplia. Aquello tenía que ser un sueño, pero un sueño del que no quería despertar…

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