Sin Nombre
María se fue a casa llorando. Miguel y ella se habían dicho muchas cosas, todas muy feas. Por eso ella prefería marcharse. Volvería a casa de sus padres.
Cada vez que recordaba el momento de la discusión, se volvía más triste su rostro. Lo había dejado todo por él: su familia, su casa, su propia vida...
Todo para adaptarse a él.
Más no le importaba.
No se arrepentía de nada.
Llegó a su casa, también la de él. Fue directa a su armario, sin fijarse en las fotos que había en sus muebles, para no humillarse aún más.
Tomó su ropa y la metió en una maleta. Ni siquiera la dobló, quería darse prisa para desaparecer de allí cuanto antes. Antes que llegara él.
Solamente se detuvo cuando una de las cazadoras del chico cayó al suelo. La cogió y la llevó hacia su nariz, todavía olía a su perfume. Empezó a pensar en los buenos momentos que pasaron, pero rápidamente las palabras que le había dicho el chico momentos antes, reaparecieron en su mente. Rompiendo el mágico momento de la joven.
Enseguida terminó de meter su ropa en la pequeña maleta y salió de aquel edificio. Debía alejarse de aquel lugar que quería recordarle todas las cosas que había vivido allí.
Cuando Miguel regresó a su casa, notó una extraña sensación. Y enseguida supo que ella se había marchado, que lo había abandonado. Entró al dormitorio y vio su armario, vacío...
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