MI VIAJE
Cuando me dijo que teníamos que
esperar para marcharnos, sentí una mezcla entre rabia y frustración. Tenía
muchas ganas de conocer aquel lugar paradisíaco que renovaba el alma y el
espíritu. Había que atravesar un desierto, en el que hacía un inmenso calor,
después se cruzaban los frondosos bosques, donde podías encontrar animales de
todas las clases que pudieras imaginar. Se decía que allí, en esos bosques,
vivían los unicornios, aquellos capaces de dar el don de la magia con sólo
rozar al futuro mago. Dicen que cuando ves un unicornio, tu alma se enlaza a su
vida y ambos formáis una pareja hasta el fin de su existencia. Dicen que si
muere tu unicornio, el mago termina por quitarse la vida. Así les ha sucedido.
Por eso yo, cuando me toca
atravesar los bosques de Lavanda siempre lo hago en plena luz del día, ya que
los unicornios son más sensibles a la luz y tienes menos posibilidades de
encontrarte con ellos. Porque me encariño demasiado con los animales. No sé si podría
soportar vivir las 24 horas del día, preocupada. Por eso me procuré un hechizo.
Un conjuro que me hizo inmune a los demás, a los sentimientos, sine nomine. Aquel fue el hechizo que
borró cualquier signo nervioso de mi cuerpo, que eliminó mi capacidad para sentir.
Nos disponíamos a cruzar los
bosques de Lavanda para llegar al pueblo de la pureza y la vitalidad; Ronda.
Sin embargo, nuestros planes se torcieron al descubrir que uno de nuestro clan
nos había traicionado y se había marchado con todas nuestras pertenencias.
Por lo tanto, el viaje debía
ser aplazado.
Por lo tanto, mis esperanzas de
curar mi alma, también.
Entonces busqué alguna solución
posible para poder realizar aquel viaje que me sanaría, aunque que yo no sabía lo que el trayecto me
depararía…
Comentarios