Nueva Oportunidad


Amalia no podía creer lo que estaba viendo. Sus ojos se llenaban de lágrimas, a la vez que sus manos tapaban su boca, sorprendida.

Allí estaban él, al pie del altar, casándose con otra. El amor de su vida, la única persona que ella había amado, se alejaba de ella para siempre.

La mayoría de los habitantes del pueblo asistían a la ceremonia. Incluída su propia familia, todo por sus relaciones sociales con la créme de aquel pequeño pueblo malagueño.

El sacerdote se dirigió a los allí presentes, haciendo la rutinaria pregunta de siempre.

- Adriana ¿Tomas a Samuel por esposo, para amarle y respetarle, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

La joven novia contempló a su futuro marido, de pie ante ella, con una mirada congelada en el rostro, bastante serio. Sus ojos azules emitían un brillo aguado, como si fuera a derrumbarse de un momento a otro. Pero no, Samuel nunca lo haría, si lo conocía bien, él jamás lloraría en público o se irritaría delante de alguien.

- Sí, acepto - Susurró la joven sonriente y tomando la mano de él con ansia.

- Bien, ahora, Samuel ¿Tomas a Adriana por esposa, para amarla y respetarla, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Samuel permaneció pensativo, mirando el Cristo que colgaba de la pared que tenía enfrente. Tenía que contestar, debía decir el "sí quiero" de una vez y terminar con aquello, pero su corazón no lo soportaría. Lo haría por ese bebé que Adriana esperaba, que no recordaba cómo lo concebieron y del que todavía dudaba de su paternidad. Tenía que hacerlo, no podía esperar más. Miró a su futura mujer y suspiró.

- Sí, acepto - Respondió él finalmente.

Fue entonces cuando Amalia salió de su escondite, mirando a la pareja de novios con el rostro empapado por las lágrimas. El sacerdote se dio media vuelta y observó a la recién llegada a la ceremonia.

- Señorita ¿Qué...?

- El novio no se puede casar.

Todos la miraban boquiabiertos, Samuel no daba crédito a lo que escuchaba.

- ¿Por qué, jovencita? - Los murmullos en la iglesia eran más que evidentes. Todos estaban escandalizados por la presencia de la joven.

- Porque el novio no la ama, porque la novia no está embarazada, perdió al bebé que esperaba, cuyo padre era el hijo del carnicero.

Ahora los invitados se levantaron escandalizados.

- ¡Eso es mentira! - Gritó la novia, temblando.

- Mía, por favor, basta ya.

Sin embargo, Amalia negó con la cabeza y caminó lentamente hacia él. Cuando llegó a su altura, tomó una de sus manos y la puso sobre su vientre, algo abultado.

- Éste sí es tu bebé, yo no te engañé, ni lo haré jamás porque te amo - Amalia tomó aliento y continuó mirándolo a los ojos - Haz lo que veas oportuno, pero con ella serás infeliz, porque no la quieres, no la deseas, no como a mí -

Samuel apartó la mano con rapidez y miró a la que estaba a punto de convertirse en su mujer. Lo miraba llena de furia, con los puños apretados. Ella no lo quería, si lo hiciera, lloraría... Tomó la decisión en unos segundos, ya era hora de terminar con los caprichos de los demás, era hora de hacer lo que él quería. Entonces se dirigió al sacerdote.

- Creo que hoy no me casaré, no aquí, no con Adriana... - Ahora se giró, mirando a la mencionada - Lo siento, pero lo que se ha dicho es verdad y sé que el niño que esperabas no era mío, que me engañaste, he estado a punto de cometer un error, pero ahora elegiré lo que yo quiera para mi futuro -

Samuel cogió en brazos a Amalia y avanzó por el largo pasillo de la iglesia, para salir afuera. Para empezar una nueva vida con el amor de su vida, sin direcciones de su familia o de la novia...

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Aquí estoy de nuevo. Espero les haya gustado, dejenme comentarios, por favor, es muy importante para mí. Ahora cojo vacaciones y me inspiraré para rendirles con mejores historias. Besos!!!

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