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Mostrando entradas de marzo, 2018

RECAÍDA

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Creía que estaba preparada. Aparqué mi coche a diez minutos del edificio donde trabajaba. Seguía igual a como lo recordaba: alto, imponente y gris. Parecía un edificio de oficinas normal y corriente. Sin embargo, ocultaba un pequeño secreto. Era un garaje. Tenía dos entradas: por la que entraban las personas, un portal, sencillo y formal; y, la otra, la de los vehículos, accedías a un pasillo angosto y sucio, que emanaba olor a gasolina y a motor. Resultaba tétrico. No lo pensé. Simplemente pasé por el portal. No me había dado cuenta, pero me había puesto en modo automático. Y la bomba marcaba la cuenta atrás. Llamé al ascensor y esperé a que las puertas se abrieran. Tenía que subir a la tercera planta, donde se encontraba la plataforma. Mi trabajo.  Mi trabajo es estresante, agobiante, más es cómodo. Me siento en una silla de ordenador, en una gran mesa de escritorio, con un antiguo ordenador. En ese ordenador no puedo hacer gran cosa: escribir, y acceder a l