Cuando menos te lo esperas

Laura caminaba sumida en sus pensamientos, dirigiéndose al cementerio. Se trataba de la soleada mañana de un domingo, el cielo se encontraba completamente despejado, a pesar que aquella mañana despertaba llena de tristeza. Ya que esa misma mañana su gran amiga sería enterrada tras pasar unos días en los que no habían dejado tranquilo su cuerpo; ahora podría descansar en paz... Pero Laura no podría hacerlo. 

Sentía nostalgia porque ya no volvería a verla más, porque ella confiaba en que su amiga se recuperaría, sin embargo no fue así. Todavía era incapaz de olvidar el momento en el que se la encontró: tirada en el sofá, el brazo le colgaba en el vacío, rozando con la yema de los dedos el frío suelo. Su piel morena, presentaba un claro aspecto de palidez. Sus ojos seguían abiertos, ya sin vida, sin poder expresar nada a través de ellos. Su iris se había congelado y ya no podían reflejar ninguna emoción contenida.


Una lágrima rodó por su sonrosada mejilla, silenciosa, cayendo hacia su mano y marcando un camino hasta llegar al suelo... Junto a un bote de pastillas, vacío. Fue entonces cuando comprendió que debía llamar a la policía, no sin antes acercarse y coger su cabeza entre sus manos. Ya estaba muerta. Seguramente llevaría horas muerta. No pudo más que acercar sus labios para besar la frente de su amiga y, después, se alejó buscando el teléfono.


Laura entró en el camposanto y pudo distinguir a lo lejos el ataúd de su amiga. Entrecerró los ojos cuando descubrió que había una persona junto al ataúd. Aquello le resultó de lo más extraño, ya que su amiga había sido una persona muy solitaria y no le había conocido amigos. Pero allí había una persona, al parecer no lo conocía todo sobre su amiga. Se trataba de la figura de un hombre, vestía totalmente de negro, que se ocultaba tras unas oscuras gafas de sol. Cuando estuvo más cerca, ella pudo comprobar que la piel de él era blanca, sin un ápice de color en sus mejillas. Tenía las manos entrelazadas a la altura de la cintura, con la mirada fija sobre la tumba.


Ella no sabía si debía saludarle, ya que intuía quién podía ser... Su amiga nunca solía hablarle de él, porque para Laura aquel era un tema tabú. Habría preferido no verle, de hecho, cuando estuvo más cerca, sintió una suave sacudida: los nervios afloraban en su piel.


- Hola -él se anticipó a saludarla cuando ella se situó junto a él.


- Hola, Toni -dijo ella en apenas un susurro.


- ¿Fuiste tú, verdad? ¿Tú la encontraste, no? -musitó él sin apartar la mirada del ataúd.


Ella asintió con pesar. Cerró los ojos, apretando los puños, aguantando las lágrimas que volvían a emerger de sus ojos. Él se acercó despacio hacia ella, alzó una mano y la posó sobre su hombro, en un intento de calmar su aflicción.


- Tiene que ser duro, no te lo esperas y de repente... Sucede.


- Era mi mejor amiga, no sabía que estaba tan mal, debería haberlo notado, así hubiera podido...


- No te martirices, ella no quiso que supieras nada porque sabía que se lo hubieras impedido.


Laura le miró con los ojos enrojecidos. Él se había quitado las gafas de sol y ahora podía ver sus ojos: grises, llenos de calidez, desprendiendo ternura a través de su iris. A pesar de la situación, le mostró un principio de sonrisa para alentarla.


Pronto los chicos de la funeraria bajaron el ataúd y lo enterraron, sin siquiera darle una misa a la difunta. Los únicos presentes al entierro de la joven, miraron cada uno de los movimientos de los sepultureros... Los recuerdos sobre la muerta volvía a invadir su mente. Les resultaba extraño que se hubiera quitado la vida: Magdalena, que así se llamaba, lo tenía todo en la vida; dinero, belleza y éxito ¿Por qué se quitaba la vida precisamente ahora? Aquella fue una pregunta que rondaría la mente de Laura durante aquella tarde y los días que le seguían. 


Laura permaneció unos minutos más junto a la tumba de su amiga. El que se marchó fue él, lo hizo con mucha premura, como si ya hubiera estado demasiado tiempo allí parado. Ella le vio alejarse con el semblante triste, las lágrimas se habían adueñado de su pálida piel. Como no entendía la trágica muerte de su amiga, tampoco entendía qué hacía él allí. Su presencia allí no tenía sentido: ellos se detestaban, ni siquiera se hablaban...



                   




Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Bueno nena, yo leí un poco que me pasaste y sabes que me gustó...
El final parece muy abierto ya que la chica es como que se hace una pregunta muy importante y al lector le gustaría saber por qué se ha quitado Magdalena la vida...

A mí me ha gustado, ya sabes que a mí siempre me gusta lo que escribes...

Muchos besos
Escritora Laura M.Lozano ha dicho que…
Hola Marimar, qué tal?
He leído el relato, no está nada mal, has mejorado bastante desde Aruka 1. Sigue así que lo estás haciendo muy bien.
Un beso muy fuerte. =))

Entradas populares de este blog

DESTINO... O NO

La Realidad de los Sueños

Mi versión de Piratas del Caribe, el cofre del hombre muerto (Romántica)