NEVER -> 2º Capítulo: Recuerdos

Recuerdos

Edward se levantó del diván, tirando de Bella para sí, dispuestos a marcharse. Carlisle se incorporó y se dirigió a Edward.

-Edward ¿te importa si podemos hablar un momento?-preguntó acercándose más a él.

El joven lo miró dubitativo, para después devolver la mirada a su novia. Para después dirigirse al mayor de los vampiros. Caminaron hasta llegar a la biblioteca. Una vez allí Carlisle cerró la puerta tras él.

Edward ¿qué has visto? Pensó Carlisle enfrentándose a su hijo.

-No sé a qué te refieres -dijo el interpelado evitando la conversación que se avecinaba.

Edward, sabes muy bien a lo que me refiero,… ¿La has visto a ella, verdad?

-No,… No sé era todo muy borroso, ya sabes que es la primera vez que me pasa esto -Mintió el joven evitando la mirada de su progenitor.

No, no es la primera vez, Edward, acuérdate cuando te marchaste… Cuando todavía eras muy joven, cuando apenas eras un neófito.

-Aquello fue diferente, ella aún vivía -Aclaró él.

¿Y si sigue viva? Bueno… Quizás no ella, pero y si…

-Ni se te ocurra mencionarlo, ella no tenía familia, solamente tenía a su abuela… Pero ya habrán muerto,… Ambas

Carlisle no pensó nada más, dejó que Edward se marchara tranquilamente con su novia. Sin embargo, el joven vampiro continuaba pensando en el por qué de aquellas visiones. Caminaba por el pasillo directo hacia el salón, donde sabía que Bella lo estaba esperando.

No entendía que en su mente todavía quedaran recuerdos de su vida humana. Después de un siglo de eternidad, cuando ya no recordaba nada sobre su humanidad. Su instinto le decía que no debía tomarle importancia, pues ella estaba muerta… Él la vio morir.

Bella permanecía sentada en el sofá del salón, en cuanto lo vio aparecer se levantó y fue directamente hacia él.

-Edward ¿qué te ha pasado? Cuéntamelo por favor -Bella le abrazó, apoyando la cabeza contra el duro pecho de él.

Él mantuvo los brazos en alza y finalmente acarició el oscuro cabello de la muchacha. Le dio un beso en la coronilla. La separó unos centímetros y la miró a los ojos. Estuvo unos minutos contemplándola y pasó su mano por el rostro de ella, acariciándola.

El rubio cabello le caía por los hombros sobre su pálido rostro. Sus labios de colores carmesí, suaves y carnosos. Sus ojos azules mostraban ternura. Una sonrisa iluminó su rostro… Él la sonrió con dulzura…

-Edward ¿qué…? -Bella lo miró preocupada, ya que la cara de su novio estaba descompuesta.

El joven reaccionó rápidamente y se apartó unos segundos de ella. La miró preocupado, extrañado por la imagen que había aparecido en su mente. Bella se acercó más a su novio, con la mano alzada, intentando acariciar aquel rostro marmóreo.

-Edward, déjame ayudarte -Repuso Bella preocupada- ¿qué te pasa?-

-No te preocupes -Aseguró el chico sonriendo y acercándose de nuevo a su novia y a sus labios- Son simples recuerdos humanos-

Edward no quería preocupar a su familia con aquellos simples recuerdos humanos. Tomó a su novia y la llevó a su habitación. Quería un poco de tranquilidad para poder pensar con claridad.

Era una lluviosa tarde de finales de julio. A pesar de estar en pleno verano, era muy común en el pueblo de Forks aquel día. Hacía ya varias semanas que habían terminado el instituto y, con él, la celebración de la graduación de los chicos de último curso. A partir de octubre empezarían en la universidad que les hubieran aceptado. Y, para eso, aún faltaba tiempo para empezar en la universidad.

Una vez en la habitación, Bella se tumbó en el diván beige que él tenía a un lado de su habitación. Mientras él ponía un CD de música de recopilaciones de Beethoven y, después, se echaba al lado de su chica.

-¿Qué pasa, Edward? -Quiso saber la muchacha observando los profundos ojos dorados que no dejaban de mirarla.

Él permaneció serio durante un instante. Pensando sobre sus posibilidades, quería restarle importancia a aquel asunto de las visiones. Ya que no lo consideraba de mayor importancia. Eran visiones sobre su pasado, sobre su vida humana. Simples recuerdos humanos que debían haber desaparecido con el paso del tiempo… Pero no fue así.

Edward detectó que Bella esperaba una respuesta, de modo que fingió un suspiró y sonrió:

-El único problema que tengo es amarte con toda mi alma -Rió.

La joven no pudo evitar sonreír por el absurdo comentario de él. Éste le acarició los hermosos y carnosos labios con los suyos propios. Se besaron con pasión, explorando en la cavidad de sus bocas, buscando sus lenguas. Abrazándose con toda la fuerza que podía, más bien ella, ya que él no quería presionar demasiado sus dedos sobre la fina y cálida espalda de ella.

Flash Back

-El único problema que me puedes causar es el de amarte con toda mi alma -Susurró la joven rubia a oídos de él.

Edward la miraba con sus ojos verdes como esmeraldas. Ambos cuerpos estaban muy próximos el uno del otro. Las finas manos de la muchacha se apoyaban en el fuerte pecho de él. Las fornidas manos de él sujetaban la humilde cintura de ella. Apenas unos centímetros de sus labios. Los azules ojos de la joven rubia le miraban con dulzura, mientras se acercaba más hacia él. Pegando sus cuerpos como uno sólo, abrazándose con una pasión controlada por ellos. Sus labios se acercaban más a cada instante hasta que, por fin, se chocaron y nació un beso dulce y maravilloso. Sus labios bailaban un lento vals de armonía, dejándose llevar por el amor que se profesaban el uno por el otro.

El tiempo transcurría con lentitud. El brillante sol iluminaba las calles de Chicago. Los transeúntes caminaban por doquier, cerca de ellos. Ellos, escondidos en un oscuro callejón, demostrándose el inmenso amor que se profesaban.

-Te amo -Masculló Edward, sin dejar de besarla.

Fin del Flash Back

Edward se separó de su novia, aún con los ojos cerrados y con el recuerdo de aquella joven rubia perdurando en su memoria. Pero, antes siquiera de que pudiera decir nada, Bella se anticipó, ahorrándole un mal trago.

-Te quiero -Susurró Bella, concediéndole una ancha sonrisa.

Edward abrió los ojos despacio. La imagen de la joven rubia se disipó de su mente. La imagen de su mente se volvió morena, pálida de piel y de labios sonrosados.

-Ya sabes que yo también te quiero -Admitió el joven, mesándola el lacio cabello.

Bella se mordió el labio inferior. Quería pedirle algo, pero con la situación actual, sobre la búsqueda de Victoria, no sabría si él podría dejarla ir a la ciudad más cercana para hacer unas compras. Se decidió a probar suerte y suspiró nerviosa.

-Cariño,… -Empezó a decir la chica, pero él la interrumpió sabiendo ya qué quería pedirle la chica.

-¿Si te dejo que vayas sola a la ciudad?

Bella asintió levemente, rogando mentalmente que no tuviera que discutir una vez más con él una vez más.

-Es peligroso, ella anda por los alrededores de Seattle, que vayas sería una estupidez, pero…

-Mira, Edward, necesito ir a Port Ángeles, yo… Vamos, no me va a pasar nada, iré con Alice si eso es lo que más te preocupa -Exclamó la joven exasperada.

El chico se quedó pensativo. Si continuaba con su negativa, ella lo persuadiría hasta que él la dejase marchar, hasta que confiase en ella. Una vez más. Alice sería una buena compañía, pero si andaban en peligro, quizás Rosalie… No, su hermana jamás aceptaría ir con Bella, aunque ahora la soportara, no debía obligarla a salir con Bella.

Al fin tomó una decisión.

-Está bien, que te acompañe Alice, pero al menor movimiento... -Edward se inclinó más hacia ella para susurrarle "Corre".

Bella le enganchó a su cuello sonriéndole y riendo de alegría. Él la acompañó en su risa. Ambos, locos de entusiasmo, rodaron por el diván y cayeron al frío suelo de cerámica.

"¡Ay!" Se quejó la chica en plena carcajada, llevándose la mano hacia la cabeza, dónde se había golpeado al caer.

Edward le besó en la cabeza, para contrarrestar el dolor. Su sonrisa no desapareció de su rostro, aún así, a pesar de la caída, continuaron rodando por el suelo. Se besaban cada dos por tres. Ella le acariciaba el rígido pecho de él. Mediante sus besos, Bella marcó un camino empezando por los labios de él. Continuó por el frío cuello de él. Mientras le desabrochaba los botones de la camisa.
Éste se dejó llevar por el placer que los besos de ella le proporcionaban.

Ella bajó hacia su pecho y se detuvo a la altura del abdomen, donde la dura mirada de él le ordenaba que parara.

-¿Por qué? -Inquirió Bella, traviesa.

-Sabes muy bien que aún no estás preparada, además debes confiar en mí,… Sabes que sólo busco tu seguridad

-¿Qué puede pasar cuando dos personas que se aman hacen el amor?

Edward no contestó, se incorporó rápidamente, abrochándose la camisa. Sin más dilación, él se levantó, tendiéndole a ella una mano para ayudarla a ponerse en pie.

Bella aceptó la mano y se levantó, arrimándose a él, consternada. Edward le dedicó una mirada cargada de cariño, mientras le acariciaba la rosada mejilla.

-Bella, mi amor, lo haremos cuando sea el momento, pero ahora no…

La joven inclinó su mejilla hacia su hombro, aprisionando la mano de él. No podía esperar otra cosa.

Aunque quería hacer el amor antes que él la convirtiera en uno de ellos. Pero, por alguna extraña razón que se le escapaba, él quería retrasar ese momento hasta que no pudiera más. Tendría que conformarse. Bella suspiró, cansada.

Edward notó el cansancio de ella. Además ya era tarde y necesitaba dormir. Pues llevaba ya varios días sin apenas descansar. La cogió del brazo y la subió a su espalda.

-Será mejor que te lleve a casa -Susurró.

Bella no dijo nada, simplemente se dejó llevar por él. Antes que Edward emprendiera su carrera, ella recostó su rostro en la espalda de él, cerrando los ojos y sumergiéndose en sus sueños más profundos.

E&G*E&G*E&G

En la Push, la reserva india de los Quileute, en la cabaña de Sam, éste y Jacob consultaban los lugares rastreados para encontrar a Victoria. Emily les preparaba una suculenta cena digna para grandes lobos como ellos.

A pesar del rico olor de la cena, Sam percibió un dulce olor más. Se levantó de la silla, ante la perpleja mirada de su colega Jake y de su Emily, para seguir aquel extraño olor que le atravesaba la nariz.

Caminó despacio. La pupila del joven se había agrandado sobremanera. Sus manos le guiaban por el camino que debía seguir, pues sus ojos parecían haber perdido la visión. Únicamente quería saber quién fabricaba aquel olor tan dulce y placentero que se le metía hasta lo más profundo de su ser.

Jacob se levantó de su silla, extrañado.

-Sam ¿qué narices te pasa?

Emily dejó la cena a medias para observar, sin comprender, lo que hacía su pareja.

-Sam… -Susurró ella.

Sin embargo, Sam no los escuchaba. Permanecía hechizado por aquel olor. El hombre salió de la cabaña, seguido por Jacob, que intentaba detenerle.

Las manos de Sam le guiaban hacia el bosque, donde alguien lo esperaba.

Jacob lo seguía con sigilo. La luz de la luna iluminaba la escena para que él pudiera ver mejor. Sus manos temblaban ligeramente. La necesidad lo instaba a convertirse en lobo. Controló al lobo que llevaba en su interior. Pues aquel olor tan dulce comenzaba a embotarle los sentidos a él también. Por eso se detuvo a una distancia prudente, donde el olor se disipaba parcialmente.

Ven a mí. Le susurró la dulce voz de una mujer en la mente de Sam.

Sam continuó su camino. Cegado por el deseo, obsesionado con aquel olor tan especial. El aludido asintió ligeramente la cabeza. Continuó su camino, el camino que le indicaba el dulce aroma de aquella mujer.

Muy bien, Sam, ven, acércate un poquito más.

Jacob estaba encaramado a la esquina de la cabaña. Lejos de aquel aroma infernal que lo embriagaba. La había visto, una figura esperando en la linde del bosque, con las manos alzadas…

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¡Buenos días/buenas tardes/noches! Espero que os guste esta historia, esta versión propia de  "Crepúsculo". Recordad, dejadme comentarios, pues esta historia se alimenta de comentarios y el blog anda muy delgado, me preocupa. Besos, Alezeia

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me gusta cuando la gente deja su vena escritora que fluya ;) te sigo^^ me sigues??

Besos!

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